Todo comenzó la
semana pasada, más concretamente, el viernes 12 de Abril. Los cinco decidimos ir a
entrevistar a profesores y profesoras de algunos colegios de Ciudad Real. Para
ello con anterioridad elaboramos una serie de preguntas que realizaríamos a
todos y cada uno de ellos.
En
dos de los cuatro colegios a los que acudimos habían hablado con ellos
previamente para avisarles de que íbamos a ir, con los restantes no contactamos porque pensamos que si los "pillábamos" de sorpresa nos aportarían más resultados. En general todos nos atendieron muy bien, excepto a uno de ellos que no nos dejaron pasar por no
haberlo concretado con anterioridad.
Debo recordar que llevábamos un inconveniente con nosotros, un móvil con grabadora.
Llevábamos ésta aplicación simplemente para transcribir las entrevistas sin que
no se nos olvidara nada. Este problema, en general, no les gustó mucho a quienes entrevistamos, que fueron alrededor de nueve personas, mujeres y hombres.
De hecho, nos sugerían que estas conversaciones no salieran de lo que era el
ámbito del trabajo universitario, es decir, nada de publicaciones, ni
tampoco comentarlas con otras personas que no fueran nuestros profesores. Por
supuesto, nada de nombres tanto de la persona ni del colegio.
¿Por
qué tantas connotaciones?, ¿Por qué nos advertían que no dijéramos nada, salvo
lo imprescindible?
No tardamos en descubrirlo. Tenían miedo de que las conversaciones y
los comentarios salieran fuera de la universidad, de la clase y llegara a oídos
de “los de arriba”. Piensan que al dar su opinión más personal pueden visitarles
Inspección y reprochar lo que quizás hayan dicho.
¿Por qué tenemos tanto miedo de que se nos tache por
algo que hemos opinado? La libertad de expresión es un derecho ¿no es así?
Afortunadamente
estamos en una democracia en la cual podemos decir, argumentar, exponer
nuestras opiniones, nuestras ideas. Tenemos la suerte de que todos somos
diferentes y que por supuesto no pensamos igual. Pero esto no es nada malo, y
mucho menos debemos reprimir los pensamientos ajenos. Tenemos miedo a que si
hablamos de más, a algunos-as les pueden ir a la calle, quedarse sin
trabajo.
¿Hasta
dónde queremos llegar? Esto, sinceramente, se nos está yendo de las manos. Todos
tenemos opiniones. No hay ni mejores ni peores, ni buenas, ni malas, simplemente
opiniones que transmiten la diversidad del mundo en el que vivimos.
No
se puede obligar a la gente a que hable, ya que está en juego el pan
de cada día, y en estos tiempos que corremos no podemos dejarlo escapar. Pero
tampoco puedes presionar a alguien para que no pueda expresarse, ya que estás
aplastando su pensamiento, su libertad.
Aún no hemos aprendido a vivir en un clima de respeto con los demás y por este motivo hay
que intentarlo por todos los medios. Aún no entra en nuestra cabeza que lo
que hace que el día a día sea más especial es coincidir y discutir con unos y
otros, siempre y cuando sea con educación y respeto. Vivir en un mundo tan diverso es esa chispa que dará lugar a la necesidad de conocernos y de relacionarnos.
Se puede conseguir, se puede hacer.
Todo
somos personas. La clave de la vida es vivir con ayuda de los demás, vivir
felices. Solo hay una vida. ¡Aprovechémosla!
No hay comentarios:
Publicar un comentario